En el capítulo CCCCLXXIII de la obra Tirant le Blanc, de Joanot Martorell (1460) obra maestra de la literatura catalana, Carmesina se lamenta amargamente ante el cuerpo de su amado fallecido, no en la guerra, no en las cruzadas, no en honoroso combate como sería esperable a cualquier caballero medieval, sino a causa de una pulmonía.
Carmesina se desespera ante su hado adverso y culpa a la Fortuna de su revés.
¡Oh fortuna monstruosa! Con variables diversas caras, sin reposo siempre moviendo tu inquieta rueda, contra los miserables griegos has poderosamente mostrado el más alto grado de tu inicua fuerza. Envidiosa de los animosos y enemiga a los flacos, no desdeñes vencer, y los fuertes destruidos triunfar te deleita! ¿No era suficiente durado duelo y tristeza de mi hermano y de el dolor que por todo el imperio era? ¡Y ahora no has querido todo aterrizar! Este era sostén de mi vida, este era consuelo de todo el pueblo y reposo de la vejez de mi padre. O duros hados crueles y miserables! ¿Cómo no permitiste que yo, con mis desventuradas manos pudiera servir a este glorioso caballero?¡Dejadme , al menos, besarlo muchas veces para contentar mi dolorida alma! Y besaba el frío cuerpo la afligida señora con tanta fuerza que · s rompió la nariz, lanzando abundante sangre, que los ojos y la cara tenía llena de sangre.
Más adelante añade:
Porque la fortuna ha ordenado y quiere que así sea, mis ojos no deben jamás alegrarse, sino que quiero ir a buscar el alma de aquel que solía ser mi Tirante, en los lugares bienaventurados donde reposa su alma, podré encontrarla.. Y ciertamente contigo quiero hacer compañía en la muerte, pues en la vida, que te he amado tanto no te he podido servir. ¡Oh vosotros, damas y doncellas mías ! . No lloréis, reservad esas lágrimas a más deseada fortuna, pues muy pronto lloraréis el mal presente al mismo tiempo : basta que yo lloro y lamento, porque estos son malos míos. ¡Ay triste de mi! ¡Ay triste de mí!
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