Fresco pompeyano
En torno al año 600 a. C., en la lírica griega nos encontramos con una figura femenina: la poetisa Safo.
Ella compuso este poema donde habla de los efectos del amor que, pasados los siglos, siguen describiendo de la misma forma los poetas.
Me parece que es igual a los dioses
el hombre aquel que frente a ti se sienta,
y a tu lado absorto escucha mientras
dulcemente hablas y encantadora sonríes. Lo que a mí
el corazón en el pecho me arrebata;
apenas te miro y entonces no puedo
Al punto se me espesa la lengua
y de pronto un sutil fuego me corre
bajo la piel, por mis ojos nada veo,
los oídos me zumban,
me invade un frío sudor y toda entera
me estremezco, más que la hierba pálida
estoy, y apenas distante de la muerte
me siento, infeliz.
Antología de la poesía lírica griega, Alianza editorial, pág 66-67
Este poema fue imitado, siglos más tarde en la literatura romana por Catulo:
Ille mi par esse videtur
ille, si fas est, superare divos,
qui sedens adversus identidem te
spectat et audit
dulce ridentem, misero quod omnis
eripi sensus mihi; nam simul te,
Lesbia, aspexi, nihil est super mi
Vocis in ore,
lingua sed torpet, tenuis sub artus
flamma demanat, sonitu suopte
tintinant aures, gemina teguntur
lumina nocte
Me parece que es igual a un dios, me parece, si no es impiedad, que sobrepasa a los dioses aquel que, sentado ante ti, sin cesar te contempla y te oye sonreír dulcemente, dicha que arrebata a mi pobre alma todos los sentidos; pues apenas te he visto, Lesbia, se me apaga la voz en la boca
se me paraliza la lengua, un fuego sutil corre por mis miembros, me zumban con un sonido interior los oídos y una doble noche se extiende sobre mis ojos.
Aquí puedes leer a Catulo en latín
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